viernes, 20 de enero de 2012

Panóptico y panaudio

- Oye, ¿qué piensas del lío de Garzón por el asunto de las escuchas telefónicas?
- Hombre, la verdad, no veo muy claro que la conducta de este juez sea correcta. Lo vengo pensando y creo que hay serias dudas sobre la legalidad de su comportamiento.
- Bueno, pues si hay dudas, entonces no ha prevaricado.
- Puede ser. Pero prevaricar no es todo lo peor que puede hacer un juez.
- ¿Qué otra cosa puede ser tan repudiable en un magistrado?
- Pues mira, te lo diré: forjarse una conciencia tal que se haga lo que se haga no se es consciente de actuar contra la ley.
- ¿Y cómo sabemos que estamos ante esa clase de conciencia?
- ¡Uf! Pero desde luego, si un juez se arroga para sí la potestad de interpretar, en un texto legal, la fuerza semántica de una conjunción como si fuese una disyunción, en ese caso podemos estar muy seguros de que la conciencia de tal magistrado está trucada.
- ¡Venga ya! ¿Qué pasa: te has vuelto facha o qué? ¿No quieres que se persiga la corrupción? ¿No te parece bien que se reparen las injusticias del pasado? ¿No estás con las víctimas?
- ¡Eh, que no, que no vayas por ahí! Te advierto: no caigas en el maniqueísmo reinante. Lo que ocurre es que no dejo de darle vueltas a lo que nos enseñaron en Educación para la ciudadanía.
- ¿De qué hablas?
- Pues te hablo de todo aquello que nos decían acerca de que se debe investigar y perseguir el delito según los medios establecidos por la ley y que sean acordes al espíritu de ésta. También te hablo de cuando nos contaban que no se debe sucumbir a la tentación de las buenas intenciones o los buenos fines (vgr. el éxito en las indagaciones y en el seguimiento del delito o en la evitación de éste) como justificación de actos que, sin ser indiscutiblemente contra legem, no obstante, sí existen razonables argumentos para pensar que lo son. Además, te estoy hablando de cómo nos animaban a no consentir nunca con leyes o decisiones destinadas a vigilar el compartamiento de los ciudadanos como si el edifico de la vida personal y social fuese un panóptico y un panaudio. ¿Ya no te acuerdas del discurso con el que nos dijeron que la incertidumbre constitutiva del régimen democrático tiene expresión esencial en la zona ciega y sorda de la vida toda de los ciudadanos, en la que todo poder sólo verá y oirá aquello que determine la ley democrática, es decir, la norma que se ajusta al sumo respeto de los derechos y las libertades fundamentales? ¿Tampoco te acuerdas de cómo nos insitían en que la jerarquía u orden de prevalencia entre los derechos y las libertades deberá ser establecida por la misma ley?
- ¡Anda hombre, a mí no vengas con esas!